Pobre Espíritu...
anda vagando,
esperando la señal que le prometiste,
acude a tus nacimientos,
a tus suicidios,
acude a la hegemonía de las letras,
pendiente detrás de las puertas esperando tus pasos,
le has dado la promesa,
aun vive soñando con las manos libres y el perdón,
con las hojas de los árboles cuando caen sin oro que les cubra,
espíritu solo y trepidante bajo las pequeñas ondas del agua,
se rompe en cada movimiento del insecto que se posa,
se escucha gimiendo la plegaria del convento,
no quiere esperar la noche,
se anuda al tronco vacío de camino,
sin poder morir,
sin la presencia del que prometió salvarle
y solo acude su abandono...
María Antonia Segarra
Un Imposible...
Todo alegaría la consecuencia de seguir existiendo, con el movimiento de las hojas húmedas del verano, y el olvido en las ruedas del tiempo inapelablemente severo, sería tiempo de las virutas inalcanzables de la risa, esa sombra pasajera y posada dentro de los pensamientos fugaces, y unos labios trepidantes, inocentes de la ausencia, vendría...
vendría escapada, escondida detrás de las paredes blancas de la casa, con el murmullo del rezo sobre el lienzo, entraría a todas las habitaciones polvorientas, debajo de cada escombro y atravezado en cada espejo deslumbrado, temerosa en cada imagen futura aun ciega en su reflejo, todo vendría al unísono con el tiempo, sin llamarme, sin esperarle, me encontraría rota, ascendiendo hacia mi rostro como un imposible...
María Antonia Segarra
el incesante pasear de un lado a otro comenzando erguida y
terminando con las rodillas en el suelo...
todo ese arcoiris confuso de colores oscuros,
la traición de las manos y los rieles de los ojos,
toda la conspiración magistral del abismo...
como un té paciente y reposado en la tarde de un domingo común.
Argumentos repetidos
la ostentosa creencia de que alguna vez, algún cambio vendría
y nombrara de cerca el asomo de un nombre olvidado,
todo lo que escupiría mi cerebro lacerado.
Algún suceso imaginario me salvaría de la muerte,
aquella oración, que vendría de las novicias asustadas,
las que esperanzadas, descubrieron su espera vestidas de novia,
enfiladas a Dios...
No tengo adiós ni bienvenidas,
no hay asueto de días sucesivos al desastre.
Lo que me traduce en nada: un reflejo invisible en el espejo...
María Antonia Segarra
...
supuse todo el espesor del espejo,
creí en árboles con una sola rama,
atisbé a soñar con el abismo del ángel.
Cerré las puertas y ventanas del Convento
un oscuro pasillo sediento de mí, aún vacío
desandando vidas en las sienes de tanta gente parecidas a mí,
labios sedientos de manos...
La presencia no existe.
Todo en el bosque negro de un mar inmenso
hasta dónde se extienden tus ojos?
Dónde se quiebran las ojeras?
Presencia vacía.
Ya no importa ni el silencio
y toda el alma para mi sola
y el abismo para mi sola
y los castaños amantes de días domingo, para mi sola.
Qué cuerpo: caparazón trepidante
Cuántas muertes se han atravesado en el olvido...
Anda, que tengo el puñal enterrado hasta el mango.
María Antonia Segarra
...
...Ausencia terrible, presencia intangible que se fue... esta ausencia de ojos y brazos, de la risa o tu voz de trueno...existente y muda en mi casa, la ausencia que loca y entre nieblas camina de tu cuarto hacia la sala sin un solo testigo de luz... la misma terrible ausencia de mis manos sobre la vaga letanía del recuerdo... papá.
María Antonia Segarra
El Innombrable...
avanzando como una lepra que lo pudre todo
cuando llegan ciertas horas de este tiempo innombrable
me acechan todas las sombras del origen muerto de las cosas,
es un tiempo estancado en un solo día de años y años sin reconocer,
con las mismas palabras y el mismo episodio ensordecedor de la pérdida.
No pudiera levantar ni una pluma...
es este sillón y lo que he dejado moribundo junto al espejo,
la cara transparente que huyendo va detras del cuerpo en la huída,
será que es el tiempo de morir...
y no he reconocido el olor de las criptas húmedas.
Debería llamarle de otra forma,
tener un nombre paralelo a los sucesos que se repiten
como una nigromancia maldita.
Es tarde y lo definitivo aun no llega.
Maria Antonia Segarra
A la mitad...
no habría diferencia,
la mitad de la vida o de la muerte,
el sueño ambulante danza frente al día
y un profundo desvelo se agrupa aturdido en la noche.
Es como la mitad de las cosas inocuas,
a mitad del paso,
íntegramente partido...
absolutamente incompleto
Maria Antonia Segarra
Parálisis...
Se hizo el día sábado. Yo quedé suspendida el día jueves. Cuántos pájaros cantan al amanecer… dónde andará mi mente a estas horas… si pudiese dormir… pero estaría allí esperando que pose la cabeza en la almohada para asaltarme como algo siniestro e inesperado. Estará allí solemne y quieto, su cuchillo de silencio y su gran desnudez. Sería digno enfrentarlo y solo cerrar los ojos con la valentía que digo que hay que tener y enseño en las conferencias a los adolescentes de las escuelas. He sido buena y mala y he tenido criterios dudosos sobre el mundo y perdido todas y cada una de mis ilusiones por mí misma. No puedo quejarme, he sido orgullosamente dueña de mi pocilga y de mis castillos, no importa el inventario a estas horas, importa la falta de cordura, la mente perdida en agujeros negros de soledad, importa que amanece y sigo con la consciencia de saber que amanece y no puedo hacer nada al respecto. Tres días o dos, no se muy bien, solo se que es reciente y que amanece. Me invadirá lo que no quiero saber, las redes se cruzarán de un lado a otro en invisibilidades que no quiero sentir, no habrá respuestas, solo divagaciones cercanas a mi muerte. Esto es otra cosa, esta hora es otra cosa, este trance dérmico es otra cosa, un cansancio atroz en cada músculo tenso, subliminalmente afectado y tenso, estirado, halando, no es posible cargar la mente con todos los pecados. Esta soledad es diferente a todas las demás, busqué y encontré, pero no quise saber ya más, entrar en el cuarto oscuro de las obscenidades, el crujido del cuerpo tendido y solo rozándose a si mismo contra los huesos. Particularmente extraño y perdido. Aparécete entre letargo y letargo, mis éxitos son estragos de mis miedos…
María Antonia Segarra