Por los hijos de la tarde...

Por los hijos de la tarde
malogrados en la espera,
por las rodillas emblemáticas
que se arrojan aun en su esqueleto roído por el tiempo.
Por las niñas negras que venden la mirada
y la razón del desnudo corriendo tras el lienzo.
Es de tarde en los niños que pasmados ante las caricias
de su madre, reciben a la muerte resignados...
La beldad recostada de tus ojos...
El negro furor de tu pasión,
Cuando la historia tuerce sus acentos
y las vigas rejuvenecen lavadas por el río
ayer es solo un punto difuso en el viento
podemos socorrernos moribundos al encuentro del agua
bautizados por el perdón injusto de los hombres...

María Antonia Segarra

Reflexiones de domingo...

Hay una razón en el mundo que siempre nos arranca de las manos de la locura o que nos arroja a ella sin la piedad del destino, sin los parámetros de las rosas, sin lo que nadie puede imaginar benevolente y perdido…

Arrojarse de bruces a la locura de esta razón adversaria a los cimientos de la cordura,

Por qué no?, por qué no arrojarnos como piedras bajo un precipicio de incertidumbres, la pérdida ya es garantía, todo lo demás son abruptos encontronazos con la felicidad estacionaria y vacía…

El alba siempre estará ahí con sus colores indefinidos y separados, como el estupor con todas sus imprecaciones a la vida, porque la vida siempre atiende las oraciones de los locos, los que en su letargo se dejan llevar en brazos de la muerte y alinearse sin orden ni posesiones frente al cuajado deseo de las rosas…

Ha sido un viento fuerte y yo… desnuda. Sin protección sobre mis huesos frágiles de pequeña inútil frente al mundo, despertando en mi otoño llena de flores inexplicables, de fragancias exóticas y cubiertas de sexo en las tardes de encuentro…

Es tan fácil perderme en tu sonrisa, como un niño indefenso frente al laberinto, es tan inhóspito este amor a los extraños… absorbente como una esponja frente al lodo… tú ecuánime tras las letras que te juzgan, pensativo y ocluido sobre tus murallas de silencio avergonzado… la marca de tu adios y el temblor de tu encuentro… quién ha quedado desvelado ante tus brazos que ya no acuden… ahora llenos, irremediablemente de mi amor…

María Antonia Segarra