Dónde...


Dónde, 
en qué camino se desligaron de mi ombligo, 
cuándo fui y no soy
me ha envejecido la tarde de golpe
irremediable me ocupa como un manto
yo regresé a mi vientre de aves negras
regresé del día y soñé las ruinas de mis brazos
y ahora que me habita la muerte
olvidé juntar los labios para rezar...

...y la suerte de haberte escogido entre todos...


" … y la suerte de haberte escogido entre todos, entre muchos como un rey erguido y difícil en la cautela.
Lo demás no importa, no importan las preguntas y mucho menos las respuestas huérfanas de ocio, te hice y forjé mi estilo amor: te bordé a mi tamaño y mi forma.
Y hoy, como un fruto maduro te veo desprender del árbol, con tu ramo de uvas en las axilas, pisando tu sombra, oliendo a tu ausencia. Y degusto un buen vino enlazado a mi piel y las piernas sobre el lomo de tu consciencia y la lengua como un pez experto, en su mar…
Has sido, eres… lo que presumo de impronunciable, el borde de una grieta entre dos vidas, esa mano ansiosa en mi cóccix.

… aun enciendo la luz de madrugada, empapada... manoseando tu nuca."

Se agota una de puro recuerdo...

Se agota una de puro recuerdo, se pierde la mirada y caes en un trance y despiertas de ese trance con unas alas viejas, remendadas y con las mismas ganas de conquistar "el mundo"... y el mundo se fue.  No te das cuenta que ni siquiera sabes lo que dices, ni cómo lo dices, estas bajo el yugo de un recuerdo que se divide en muchas escamas, y deseas regresarlas todas, sin compasión, revivir el impacto de la tarde y las gruesas lágrimas de lluvia.  A pesar de todo es hermoso, es alegre-triste y alimenta una vena escondida de la escarpada, pero en el fondo solo es eso, pero también es ver brillar ojos ajenos, ojos perdidos en una realidad estancada, vivir nuevamente los triunfos y pensar en los fracasos y ver y sentir lo que se pudo vencer y salir ilesa sin más allá que una gran maleta de memorias que algún día se borrarán.  He acompañado las maletas con las canciones de aquella época, con las lecturas de aquella época en una fiesta privada, una languidez de palabras y una multitud que propicia el lenguaje en su preñez.
Mucho es el tiempo "como una soga tirada al viento" y sin dirección, pero al final caerá nuevamente al piso y se quedará quieta y vendrá el agua de la calle y le hará diluir en su pútrido pasar...
Qué luz es despertar un sentimiento en otro, aunque sea de venganza o de ganas de maldecir el nombre que le hizo sufrir, es luz la región parietal de un pensamiento húmedo y el soplo de vida que le hizo estremecer...

No hagas caso de mi...


No hagas caso de mi, no hay intención de sacudir el polvo, 
no hay intención de espantar palomas en un parque, dormidas... 
hay una ternura vieja que despierta moribunda frente a un espejo... 
solo eso. 
No es necesario el crimen, ni el asesino al acecho, no es necesaria la armadura... no habrá más guerras, 
solo queda una muerte lenta de finos hilos, un oro opaco 
y ya gastado de un lenguaje que no encuentra sitio donde vivir... 

Y yo que me juraba como una ceremonia de domingo...



Y yo que me juraba como una ceremonia de domingo, 
mientras un nombre de cualquiera me hacia de hielo en verano,
 -acúdeme, dije, a cada rezo que no termino, 
en cada lista como un ejército de dudas, 
cuéntame las notas que no logro decir 
como un imán gastado por el tiempo. 
No es basura, son mis pedazos y el aquelarre que nos persigue, 
es el tormento y la belleza que nos grita desde lejos, 
la impuntual muerte que siempre nos hace quedar en ridículo e insiste en su abandono...

Somos deambulantes de la noche...


Somos los deambulantes de la noche, 
el agua hirviendo para botar la piel, 
alguien y esta lejos y no importa, 
alguien está lejos y se parte la luz como un cristal, 
alguien de lejos me cubre de cuerpo y redes, 
no fuimos la pluma suave sobre el vello, 
alguien está lejos del cuerpo y jura y languidece como la uva, 
alguien oculta el tiempo y se deshace en pestañas unidas 
y de tarde... 
las tardes... y es octubre.

Primera elegía... José María Rilke



¿Quién, si yo gritara, me escucharía entre las órdenes
angélicas? Y aun si de repente algún ángel
me apretara contra su corazón, me suprimiría
su existencia más fuerte. Pues la belleza no es nada
sino el principio de lo terrible, lo que somos apenas capaces
de soportar, lo que sólo admiramos porque serenamente
desdeña destrozarnos. Todo ángel es terrible.
Así que me contengo, y me ahogo el clamor de la garganta
tenebrosa. Ay, ¿quién de veras podría ayudarnos? No
los ángeles, no los hombres, y ya saben los astutos
animales que no nos sentimos muy seguros en casa,
dentro del mundo interpretado. Nos queda quizás
algún árbol en la loma, al cual mirar todos los días;
nos queda la calle de ayer y la demorada lealtad
de una costumbre, a la que le gustamos, y permaneció,
y no se fue. Oh, y la noche, y la noche, cuando el viento
lleno de espacio cósmico nos roe la cara:
¿Para quién no permanecería aquélla, la anhelada,
la tierna desengañadora, ahí, dolorosamente próxima
al corazón solitario? ¿Es más suave con los amantes?
Ay, ellos sólo se ocultan uno a otro su suerte.
¿Todavía no lo sabes? Arroja el espacio que abarquen
tus brazos hacia los espacios que respiramos; quizá
los pájaros sientan el aire ensanchado con un vuelo más íntimo.

Sí, las primaveras de veras te necesitaban. Varias
estrellas te pedían que las rastrearas. Se alzaba
en el pasado una ola hacia ti, o cuando pasabas
por una ventana abierta, se te entregaba un violín.
Todo esto era una misión, ¿pero fuiste capaz de cumplirla?
¿No estabas siempre distraído por la esperanza, como
si todo ello te anunciara a una amada?
¿Dónde intentas alojarla, si en ti los grandes pensamientos extraños
entran y salen, y con frecuencia se quedan durante la noche?.
Pero si sientes anhelos, canta pues a las amantes; no es,
en absoluto, suficientemente inmortal su famoso
sentimiento. Aquéllas que casi envidias, las abandonadas,
las encuentras mucho más amantes que las saciadas.
Empieza siempre de nuevo la alabanza siempre inalcanzable.
Piensa: el héroe sigue en pie, aun el ocaso fue para él
sólo un pretexto para ser: su último nacimiento.
Pero a las amantes la exhausta naturaleza las recoge
en su seno, como si no hubiera fuerzas para lograr esto
dos veces. ¿Has pensado lo suficiente en Gaspara Stampa,
y lo que puede sentir cualquier chica a quien el amado
abandonó, frente a tan elevado ejemplo de mujer amante:
¿Llegaré a ser como ella? ¿Estos, los más antiguos
dolores, no deberán, por fin, darnos fruto? ¿No es
tiempo ya de que, al amar, nos liberemos del amado y,
temblorosos, resistamos, como la flecha resiste al arco,
para ser, unidos en el salto, algo más que la sola
flecha? Porque el permanecer está en ninguna parte.

Voces, voces. Corazón mío, escucha, como sólo los santos
escuchaban; la enorme llamada los alzaba del suelo;
pero ellos seguían de rodillas, de modo imposible,
sin darse cuenta: de tal manera escuchaban. No
que pudieras soportar la voz de Dios, lejos de eso, pero
escucha el soplo, las noticia incesante que se forma
del silencio. Murmura hasta ti desde aquellos que han
muerto jóvenes. ¿Acaso su destino no se dirigió siempre
tranquilamente a ti, en Roma y Nápoles, cuando entrabas
en alguna iglesia? O una inscripción sublime se grababa
para ti, como hace poco la lápida de Santa María Formosa?
¿Qué quieren de mí? Debo apartar en silencio
la apariencia de injusticia que a veces estorba un poco
el puro movimiento de sus espíritus.

Realmente es extraño ya no habitar la tierra,
ya no ejercitar las costumbres apenas aprendidas;
a las rosas, y a otras cosas particularmente promisorias,
ya no darles el significado del futuro humano; ya no ser
aquél que uno fue en interminables manos angustiadas
y hasta hacer a un lado el propio nombre, como un juguete
roto. Extraño, ya no seguir deseando los deseos. Extraño,
ver todo lo que tenía sus propias relaciones, aletear
tan suelto en el espacio. Y estar muerto es doloroso,
y lleno de recuperación, de modo que uno rastree
lentamente un poco de eternidad. Pero todos los vivos
cometen el mismo error de diferenciar demasiado
tajantemente. Los ángeles (se dice) con frecuencia no
sabrían si andan entre los vivos o entre los muertos.
La corriente eterna arrastra siempre consigo todas
las edades a través de las dos zonas y atruena sobre ambas.

Finalmente ya no nos necesitan, los que partieron
temprano, uno se desteta dulcemente de lo terrestre, como
uno se emancipa con ternura de los senos de la madre.
Pero nosotros, que necesitamos tan grandes secretos,
nosotros que tan frecuentemente obtenemos del duelo
progresos dichosos, ¿podríamos existir sin ellos?
¿Es inútil el mito de que, en la antigüedad, durante
las lamentaciones fúnebres por Linos,
una atrevida música primitiva se abrió paso en la árida materia
inerte; y entonces, por primera vez, en el espacio
sobresaltado, en el que un muchacho casi divino de pronto
se perdió para siempre, el vacío produjo esa vibración
que ahora nos entusiasma y nos consuela y ayuda?