A veces...

A veces no duele...
a veces pasa desapercibida
en medio de la gente en las calles.
Otras veces baja de repente,
como un aguacero de mayo
mojándolo todo...
y me deja con los ojos abiertos y empapados,
excluida de mi sombra

A veces... soy feliz.

A veces las noches claudican hambrientas
frente al Cristo:
cayó de rodillas implorando no pisar mi casa.
Y es el castigo de los ciegos
detenidos ante la planicie,
desolada...

María Antonia Segarra

Sobre el temblor...


Trepidantes los cuerpos,
trepidantes los labios suspendidos en el grito…
Ondas de lagunas calibradas en el viento
Y el mar ahuyentando su tristeza…

María Antonia Segarra

Tu regalo...

Hay una tristeza casi invisible

Y es tan callada que se guarda en las habitaciones solitarias,

en los días calurosos y contra el frío angustioso

de las noches…

No se parece a nada, ni tuvo tiempo de anidar recuerdos…

Pero es tuya, te la vine a entregar con su disfraz de brillo.

Qué desamparada la verás desnuda…


María Antonia Segarra



Es la calma de los días sin lluvia...

Es la calma de los días sin lluvia,
la naturaleza esquiva su tristeza y duerme...
en su hermosura se tira al mar como
un pálpito ignoto.
Hemos quedado absolutamente idos,
imbéciles ante el tiempo que nos dejó colgados
de la muerte inconclusa y un patrón de vuelos amargados,
queda solo un vértigo de incertidumbres
y es la ruina de sus huesos, el color del cementerio cercano, todo...
Por qué me detengo y hablo?
A quién divulgo el paradero del silencio?
están frescas las huellas,
y ha subido la bestia y está al acecho
yo estoy desnuda y mi carne huele a miel...
Qué amantes funestos!
Jamás debimos...
Y sin embargo...

(María Antonia Segarra)

Es el sonido de la lluvia a través del cristal...



Es el sonido de la lluvia a través del cristal,

la luz no logra colarse por las rendijas viejas de la casa,
todo está húmedo y callado,
callado?
La lluvia no siempre está triste,
a veces, ríe, como ahora,
juega a levantarse sobre las aureolas
y caer a un precipicio desde el trampolín...
Qué digo?
El eco en el vacío,
pero lo ignoro,
no reconozco su espanto,
ni sus recuerdos,
no reconozco su reflejo en las gotas,
caen, trepidantes, las palabras,
como piedras, golpeando mis rodillas,
no logro acertar a nada,
me enfrenta la pared inmensa,
acaso será una sábana que podrá asfixiarme
en la tranquilidad de la tarde...

Maria Antonia Segarra