Pobre del espíritu,
anda vagando,
esperando la señal que le prometiste,
acude a tus nacimientos,
a tus suicidios,
acude a la hegemonía de las letras,
pendiente detrás de las puertas esperando tus pasos,
le has dado la promesa,
aun vive soñando con las manos libres y el perdón,
con las hojas de los árboles cuando caen sin oro que les cubra,
espíritu solo y trepidante bajo las pequeñas ondas del agua,
se rompe en cada movimiento del insecto que se posa,
se escucha gimiendo la plegaria del convento,
no quiere esperar la noche,
se anuda al tronco vacío de camino,
sin poder morir,
sin la presencia del que prometió salvarle
y solo acude su abandono...
María Antonia Segarra