Hoy creo en lo que nunca creí
supuse todo el espesor del espejo,
creí en árboles con una sola rama,
atisbé a soñar con el abismo del ángel.
Cerré las puertas y ventanas del Convento
un oscuro pasillo sediento de mí, aún vacío
desandando vidas en las sienes de tanta gente parecidas a mí,
labios sedientos de manos...
La presencia no existe.
Todo en el bosque negro de un mar inmenso
hasta dónde se extienden tus ojos?
Dónde se quiebran las ojeras?
Presencia vacía.
Ya no importa ni el silencio
y toda el alma para mi sola
y el abismo para mi sola
y los castaños amantes de días domingo, para mi sola.
Qué cuerpo: caparazón trepidante
Cuántas muertes se han atravesado en el olvido...
Anda, que tengo el puñal enterrado hasta el mango.
María Antonia Segarra