Se hizo el día sábado. Yo quedé suspendida el día jueves. Cuántos pájaros cantan al amanecer… dónde andará mi mente a estas horas… si pudiese dormir… pero estaría allí esperando que pose la cabeza en la almohada para asaltarme como algo siniestro e inesperado. Estará allí solemne y quieto, su cuchillo de silencio y su gran desnudez. Sería digno enfrentarlo y solo cerrar los ojos con la valentía que digo que hay que tener y enseño en las conferencias a los adolescentes de las escuelas. He sido buena y mala y he tenido criterios dudosos sobre el mundo y perdido todas y cada una de mis ilusiones por mí misma. No puedo quejarme, he sido orgullosamente dueña de mi pocilga y de mis castillos, no importa el inventario a estas horas, importa la falta de cordura, la mente perdida en agujeros negros de soledad, importa que amanece y sigo con la consciencia de saber que amanece y no puedo hacer nada al respecto. Tres días o dos, no se muy bien, solo se que es reciente y que amanece. Me invadirá lo que no quiero saber, las redes se cruzarán de un lado a otro en invisibilidades que no quiero sentir, no habrá respuestas, solo divagaciones cercanas a mi muerte. Esto es otra cosa, esta hora es otra cosa, este trance dérmico es otra cosa, un cansancio atroz en cada músculo tenso, subliminalmente afectado y tenso, estirado, halando, no es posible cargar la mente con todos los pecados. Esta soledad es diferente a todas las demás, busqué y encontré, pero no quise saber ya más, entrar en el cuarto oscuro de las obscenidades, el crujido del cuerpo tendido y solo rozándose a si mismo contra los huesos. Particularmente extraño y perdido. Aparécete entre letargo y letargo, mis éxitos son estragos de mis miedos…
María Antonia Segarra