(Manuel García Cartagena)
Cuando llueve en Santo Domingo...
(Manuel García Cartagena)
Estoy Demasiado Cerca...
(Wislawa Szymborska)
No sé...
La segunda oportunidad de la primera impresión se puede balancear entre la fijación de la realidad y la coartada de lo que fue.
Aun así queda la cuerda floja bailando al viento, una coartada, podría ser, la excusa de obstruir el camino vecinal de cualquier advenimiento, no se necesitan los demás si los demás miran atrás o rayan el cuadrado espacio de la lejanía conspicua cuando el silencio solo arroja lo que nunca desmiente, la posición pasiva y tenaz de lo que roza ante los ojos y advierte un peligro inminente, pero el peligro relativamente filoso, relativamente agudo, relativamente fino, rompecabeza de cualquier paisaje en cualquier lugar que se convierte en la noche de manos escondidas aunque nadie las viera aun descubiertas, el ojo incisivo las ve, el ojo que mira hacia dentro con una resonancia hueca, ya nada necesita verse, si la ve el ojo que descansa sobre la laguna de aguas turbias y se refleja en ellas, detrás de la grieta esta el ojo, que mira desde un letargo armonioso cuando se desatan las horas pico de su lágrima. La espera junto a cualquier recuerdo que no vale la pena mencionar, una brizna de la tierra, el polvillo suave que se levanta cuando un parpadeo la azota por un instante, un acoso inmaterial, un torticero anillo que le aprieta la sien mientras intenta dormir, ahora sonríe, estira la memoria en la niñez como una manta y los ojos abiertos y pancartas de papel transparente como sus halagos de trajes en seda.
Pero solo un momento, un instante tan solo, para acercarse en el filo del abismo magistral de sus miserias y desde ahí, lacerar los afluentes de cada herida, visionar la amamantada ternura de sus días, así, en la tranquilidad de una muerte cercana...
(Maria Antonia Segarra)
...Y sí
Sin tiempo y sin ganas,
sin lamentos que ya es tarde,
a limpiarse el trasero y seguir andando,
a rodearse de las cosas que siempre estuvieron
y que no nos empequeñecen,
novedad!…ya estuvo,
refranes acusadores,
movimiento giratorio del orgullo,
se despertó como un animal herido,
herido de qué?,
la razón importa poco,
la locura también,
lo que honra es la claridad en el día
y la oscuridad de noche,
nada al revés
nada empañando el suelo,
a ver si podemos acorralarnos el cuerpo con los dedos
…bah pamplinas!!,
(que no se ha muerto nadie…todavía!)
Maria Antonia Segarra
Palabras Malditas...
¿Qué bestia caída de pasmo se arrastra por mi sangre y quiere salvarse? (A. Pizarnik)
Al final quedaremos solas ustedes y yo,
Tendrán lo que siempre han buscado,
Que me repudra en el costado de sus afecciones,
Lograrán que me traicione una y otra vez,
Seguirán en su afan de dejarme desnuda y vacía,
Alejar de mi a quien quiero conmigo.
En contra,
La rastrera equivocación de la soledad.
Seguirán y seguirán persiguiéndome y haciendo que impugne y descree
En lo que quiero y creo.
Podrán disfrutar mi desdicha bañándome en el secreteo de sus impulsos.
Me lo merezco,
Merezco mi abandono.
La partida cruel de todas las exclusiones, de mi.
Qué me hicieron ?
Una vida dentro y no fuera.
Al final,
No podré escaparme,
Pero se escapará todo de mi.
Apestada la que vive en ustedes,
Un trofeo de guerra.
Palabras malditas…muéranse!
(María Antonia Segarra)
Ahora...
La Gota que Cae
La gota cae constante,
en el mismo centro de su blanco ciego,
lo que sigue igual esta muerto,
siempre la misma neblina asustando,
la noche es clara y precisa,
debajo de los árboles oscuros nada se sabe,
las lápidas marmoteadas también están frías,
blanco ciego de un centro mojado
la gota cae constante,
sin cesar,
al rozar con el viento se hincha en su descenso,
la parsimonia del sonido
entra en el silencio y pierde su identidad,
la mujer se sienta en el banco a esperar la neblina,
no es de noche,
los ojos transitan secos por las gravillas que desordenan los niños al pasar,
solemne se detiene el tiempo,
se le atraviesa la muerte y juega a esconderse,
la pierde de vista,
prudente objetivo umbilical,
centro del mismo centro sin sobrantes del medio,
arrojos de espuelas venenosas se orillan al borde,
lo sabio es el silencio,
la palabra y no vuelve,
puerta sin salida,
aquel que no atrapó el destino sonríe ileso,
voces como campanas glorifican el sacrificio,
sangra en el filo,
el reloj,
cualquier cosa tirada en un lugar,
es algo mío.
La sombra ha llegado hasta mis ojos...
(Maria Antonia Segarra)
Güelaluz...
Se la llevaron en el carro negro y cerrado, se la llevaron quieta y dormida, fría y sosegada, era la primavera y el viento había secado la humedad, yo la vi partir, el silencio, la bufanda que se me escapaba y tapaba mi boca, yo la vi partir desde el decimosegundo escalón de aquel lugar donde hablé para ella, la vi partir acompañada de flores, la vi partir acompañada de la niña que la miraba a sus grandes ojos verdes y le hacia bromas para no comer. La acompañaron los días de San Andrés, no se marcho sola, solo iba durmiendo, le acompañaban tantas cosas: el río, su soledad, su eterna tristeza que me dejó como un legado, la acompañó el silencio de las tardes, mientras cosía muñecas de trapo. Yo la vi partir, hundida en ella, su deseo de muerte que la alumbraba, se fue porque no quería quedarse, porque la carne ya no soportaba más aquella letanía de abandono y pequeños tropezones de corazón, yo no quiero pensarla, hubiera preferido comprender el río, ser yo la niña que hubiera tomado su mano y no hubiera corrido, yo la vi partir, oculta, sus ojos verdes tan cristalinos ahora no los veo, ni me asustarán diciendo que vendría después de muerta a prepararme mi leche todas las noches…
(Maria Antonia Segarra)"Bottom"
No se puede sostener en las artes una conducta determinada de entendimiento cuando el significado en la médula es individual. Se acerca al borde del abismo y se mira sin visualizar el fondo, se va cayendo junto a las maromas de las letras, entonces no importa entender, para qué disfrazar el propio aroma…es como degustar un buen vino, tomarle la textura, el aroma, dejarlo respirar, absorber sus cualidades sin llegar a la uva. Las letras tienen su propio alcance metamorfoseándose en cada piel: ternura, melancolía, agresión, pasión. Para qué imponerse un sabor artificial si podemos tener el genuino que es el nuestro. No hay que entender, no hay que buscar en lo ajeno, hay que buscar en la medalla el brillo de quien lo posee ahora, en el instante supremo de la concepción que es el instante donde las palabras nos escogen para ser reveladas a si mismas en nosotros, las palabras nos señalan y nos hacen su presa, es cautivadora del momento en que se presta el enlace de cada línea. Entender para mutilarse?, entender para etiquetar las reacciones que no se producen en la mente que genera el primer pensamiento y que ha sido escogida para darle una nueva existencia a lo leído?…No es importante entender, es importante atemperarse cuando somos señalados a poseerlas, entender que no hay que entender, solo así nos podremos arrojar a su exquisitez.
(Maria Antonia Segarra)