Las tardes han marcado ciertas pautas en mi melancolía habitual, ciertos sucesos las alimentan, tardes de magia o de funestos colores, la tarde...en su ciclo de transición entre noche y día es como la indecisión entre el bien y el mal, un punto mágico donde se pierde el sentido, la observación de todo ese azul grisáceo reventando ante los ojos en un drástico contraste, es en ese punto, donde la cordura se besa con la fuga de la conciencia...
Ay La Gente...
La gente se aglutina en los espacios donde no caben, hacen de las guaridas la pestilente insensatez de lo buscado, buscan, lo mismo, buscan, alrededor de la misma mierda todo el tiempo ensanchándose, diferentes voces, la misma estructura de los sonidos, la misma visión estéril sin horizonte, la frivolidad con la mano de guante, asquea la estupidez de lo repetido, la gente se aglutina sobre la otra gente, sexo sobre sexo, mirada sobre mirada nada diferente se extiende entre un cuerpo y otro, nada conspicuo se desprende de las advertencias del tiempo, no hay cabida para nada mas, no hay cupo para la voz que sobresale desde la oscuridad, el mendigo sigue siendo mendigo porque se devora a si mismo encontrando algo diferente y no la basura cotidiana del desamparo, el espíritu viaja y vaga de una manera acechada e inconsecuente. Pilares de egoísmo, se sacan los ojos entre si, se enumeran las unidades con los dedos separados, cuantos dedos!, la vastedad se arquea porque convive en la soledad del hombre repetido en millones de lenguas que no pueden decir ninguna cosa. Ahora, en la tarde calurosa se rozan las pieles de serpiente sudada y amarillenta, ahora es cuando se resisten a morirse en enjambres, sobreviven desde la mentira y lo desconocido y se mueren siempre igual, tal vez nunca se vieron al espejo y hayan muerto sin haberse conocido...
(...)
lo nuevo siempre como el comienzo,
el comienzo siempre nuevo,
que la remota idea del agua
abrigue la decadencia en las memorias.
Vuelos que no traen al costado nada cosido,
la membrana de este hijo interno
nos remonta al desierto árido de la falta,
el cuadrante de los ojos,
la hendidura del torso a la mitad,
es la noche y todo el silencio que quiebra,
la suerte del destiempo
ventila entre las remotas arcas de lo ignoto.
La voz de algún perdido que grita,
debajo de los brazos lo que no importa
y tú y yo y el camino abundante que brota
y la lámpara con el aceite en la llama.