Debajo de las palmas, la piel,
lo nuevo siempre como el comienzo,
el comienzo siempre nuevo,
que la remota idea del agua
abrigue la decadencia en las memorias.
Vuelos que no traen al costado nada cosido,
la membrana de este hijo interno
nos remonta al desierto árido de la falta,
el cuadrante de los ojos,
la hendidura del torso a la mitad,
es la noche y todo el silencio que quiebra,
la suerte del destiempo
ventila entre las remotas arcas de lo ignoto.
La voz de algún perdido que grita,
debajo de los brazos lo que no importa
y tú y yo y el camino abundante que brota
y la lámpara con el aceite en la llama.