La consecuencia trae al mundo,
parido entre encuentros insípidos,
un descubrimiento,
una reacción en cadena acumulada,
el rio precipitado que va en busca de un mar
que no permite la entrada a sus ingles.
Repetición de palabras,
gotean, lavadas,
nuevas en su apoyo,
nos quedamos como curvaturas suspendidas
en el umbral
sin entrar ni salir
con la paranoia en la garganta
y el sudor de esta fiebre antigua.
No pretendo resarcir la vida en manos ajenas,
descarriar los pies en el fango
que nos permita rozar las mieles,
el cuerpo se mantiene al margen del cuchillo
que lo cercena,
no hay lluvia que lave la sal que queda
como residuo entre los ojos,
una superstición mantiene el balanceo de la hoja,
tenemos que callar sedientos,
la tiranía sofoca.
No hay lugar para obliterar la caída
apresurada de carne muerta,
carne que se pudre por el roce callado,
que satura
mentes desveladas llenas de infortunio.
Es tarde para concebir la vida debajo de sus alas.
Una esperanza: la muerte y su misterio,
el deseo,
unir los labios...