Quiero sentarme bajo este árbol y susurrar al alma en un lenguaje que no entienda la humanidad, convertirme en la mansedumbre de los claros roces de la tarde.
Quiero rodearme de verdad y aun entumecida… socorrerme recién nacida como un coágulo de sangre que brota, rezarle al tiempo un poco más de tiempo alambrada a tus pies.
Quiero sentirnos recostados en la paz de este cuerpo que se yergue sobre un silencio arrebujado lleno de espinas, quiero volarme hasta el cimiento de la aurora y reconocerte aunque jamás te haya visto, serás tú el que venga sacudiendo la vida con hojas amarillas dentro de los zapatos.
Quiero olvidar lo que dije, lo que quiero decir ahora, quiero mirar en esos ojos quietos de mar la profundidad que ha de consumirme.
Quiero arroparme con la muerte derrotada bajo las blancas sábanas de lluvia, quiero tener lo que tengo y lo que me falta tener por haberlo ganado: un corazón ascendido a tus pies, la lozana crueldad por haberlo dejado tirado como basura y vacío.
Porque cambiaría mis letargos por la caridad de esta celebración que son tus pasos y daría la mitad de esta muerte que tanto amo, por la cárcel donde se encierran tus puentes rotos y quemados por otros
La herencia que cobraras en la miseria de mis vestigios, el susurro que tiembla en la puerta de tu nombre…
Insípido destino! Hazme crear una verdad rancia que alimente las soledades que has dejado frente al espejo y hazme muerte, hazme vida, con las ropas humedecidas de tu camino, cuando quieras venir…