Sin Destinatario

Tú, manufacturero del tiempo, que desmientes en grimas la soledad de los esqueletos, mira la influencia del azul en las cerradas puertas, que no traspasa ni las oraciones de los viejos, ni los cantos de las mujeres huérfanas del invierno; ¿Qué esperas del silencio? ¿Qué alimento tendido sobre tus manos, como limosna? No hay nada que dar, no hay legumbres, no hay piedad, no hay rostro que pueda ser transparente al espejo. Rodea tu cuello de la soga que nace de tu lengua y remite las palabras que se quedan en las orillas. Ya no hay tiempo, se ha congelado en los dedos la minuciosa claridad del día, ¿A qué esperar el amanecer de los muertos?. Deja regada la basura que emana de tu aliento y agrupa, debajo de tus alas, la inmensidad de la arena. Espanta el miedo! No hay cuenta en las piedras que amontona el cuerpo, resígnate a esta desnudez!. Vela la agonía, porque vuela incesante por el cielo, no descansa en las ramas, busca dónde posar la alegría, revienta como cascada impetuosa, como el recuerdo. ¿A qué verdad reniega tu celo? la leña quemada sin orificio ni espuma. Tú, que solo vives cuando recuerdas el viento y tambaleas apresurado, sosteniendo la lumbre que se apaga, desden de las semillas. Aun hay sed dentro y no le basta tanta agua!