Canto de la Parturienta

Vacío, hueco profundo,
lo que me ocurre como una noche larga,
una deformidad de bocas asustadas
y yo no recibo,
no me recibo con bienvenidas en el mundo
con titulares y panfletos en las esquinas,
mi derrota es la raíz,
las vértebras acosadas por la cama,
el hastío de un lenguaje mutilado, a gatas
proscrita de la esquina de la risa,
ausente de las galerías del sueño...
viene el viento y sus hojas abismales
y arrulla la tarde en las traseras del domingo
haciendas de luz y sombras, orillada por los dedos de quien dice ser yo
y ya no soy la parturienta,
el águila con sus ojos de agua, vela por mi
anuda silenciosamente palabra por palabra al recuerdo huyendo del tiempo.
Sus bocas ya no maman,
no se desviven por el pezón lechoso y trepidante.
Hoy no hay madrugadas sigilosas en portales de humo.

El vientre vacío llora su pérdida
anida solo al viento y es de soledad su canto.

Y ocurre que ya no son de brazos
andan por las calles y ciudades viejas
la brisa de otoño las despeina frente al mar,
ya me cubren en la supultura más cercana,
orillándome a la piedra que me cuelga como el alma.
Son mis ojos como fosas que brillan en amores pasados
réplicas de vidas que salen de mi vida ocultas tras el manto
y son como palomas en su augurio
como ríos de tres meandros, salieron de mi carne y su envoltorio,
hincharon cada uno de mis senos...
Ahora a rodar, rodar con el Credo en el pulgar, con el Avemaría cada noche...
Pronto será...