Veía el mar desde un cuerpo ajeno...
Hay trinos, abominables secuencias de campanas
y esos ojos, como lámparas agotadas,
una bruma que resucita desde el vientre...
y el mar azul como los ojos,
no puede resucitar su propio muerto.
Es la cruz de palo,
solitaria,
es el humo que aturde los huesos y la lengua.
Ayer los ojos brillaban...
un solo cuerpo compartiendo la muerte ahora...
María Antonia Segarra