(...)

Lo vigilo por no perderlo,
sería lamentable que le diera
por caminar en la oscura ciudad;
temo que se eche a la mar
y me deje dormido en esta cama

(Víctor Bidó)



Fui por mi cuerpo muchas veces debajo de la hierba,

acostumbrado al cielo claro,

siempre fui a buscarlo en el mismo lugar,

guiándome a través de sus rieles,

a tumbos muchas veces... oscilando entre una y otra hora,

con sal en las manos,

lo he visto durante la tarde apresurado bajo el árbol,

corriendo a través de los meandros,

sonriendo con el rostro empapado de lágrimas,

haciendo pozos en las hojas secas...

le he llamado tantas veces perdido en la penumbra,

afuera de la casa,

negando el umbral,

estrujándose las mejillas contra las rodillas...

siempre lo recojo lentamente,

cantándole alguna melodía de las misas,

acariciando sus cabellos cortos y lacios...

a veces tranquilo, ausente,

otras veces con los ojos abiertos como estrellas azules,

ansioso de luna,

lo he recogido en la punta del mar,

cuando no es de noche ni es de día,

trepidante ante el agua profunda de sus sienes,

esperando no se qué en la inmensidad,

palmo a palmo ahogándose en silencio...negándome la muerte.


María Antonia Segarra