(...)

‎...y amaneció,
como si hubiera dormido
o hubiera estado en un automóvil a cien kilómetros por hora,

toda la prisa por salir,
avanzarme como el viento,
apurarme a la mañana más cercana
y asegurarme que
... lo había hecho,
y revisarme por si tuviera aún sangre en las manos o en los pies,
asegurarme que no haya dejado huellas rojas en el camino.

He provocado a todas mis arterias,
sin matarme o revivirme,
quedando sentada y quieta,
recuperándome las piernas, los brazos, las pestañas...,
la altura de mi cuello,
...esta velocidad de saltar sin alas,
provocarme el despedazamiento con el riesgo de no poderme unir,
quitarme los ojos
el miedo a la ceguera...

lo hice,
y he despertado de donde estaba,
que no estaba dormida,
que no he estado muerta...

y me traje cantándome las plegarias del convento...


María Antonia Segarra