(...)

Hay un crepúsculo para cada tristeza que se abandona en las calles,
sin proezas, vuelvo a caer en el zumbido sordo de mis imprecaciones.
Alrededor, la casa vacía... y sobre sus llamas de olvido y silencio,
las cenizas que vuelan y lo desaparecen todo...

María Antonia Segarra