No tengo por qué pre-ocuparme...

Quién habrá recogido los últimos arreglos que hice?,

olvidé levantarlos

y debía ser fresco como las adolescentes que viajan en autobuses llenas de la tarde,

al caer el sol, la calle, los domingos, permanece desierta,

domingo paralítico,

queda entumecido detrás de las sillas

y las ruedas que permanecen guardadas en los garajes salvos del polvo y la lluvia.

Debía haberlo visto,

holgado en sus zapatos puntiagudos,

imaginando la pelea de sus dedos por sobrevivir,

escondido detrás de sus grandes ojos,

soy yo, es él, no es nadie,

no puede ser quien no existió,

no hay recuerdo de la muerte,

el olvido de todo aquello que amenaza el sueño,

después del timbre… el silencio,

nadie contesta,

yo en la esquina,

doblada en dos como una carta,

el descenso de los pasos.

Lápiz de piedra, papel mojado,

nada que ver con el cotidiano saludo del mundo,

dejó su marca húmeda en la puerta,

el sabor a huida,

no es nadie,

no tengo por qué preocuparme…

María Antonia Segarra