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Y yo que pensé que no podría ser nada peor que los alfileres dentro de la almohada,

Ese remolino tragándose la tierra

Esa arquitectura de desechos sombríos agitándose con el viento

Y dando en la puerta

Esa solemnidad de la taumaturga arreglándome el cabello,

Los huecos de las virutas en los ocios de mi vida,

Alli se marean las violetas, solas, en las tardes,

Casi quemadas

Orillándose a la baba de Dios, sedientas.

En el pico un filo que arruga el ojo

Impide que se vea asi misma en el espejo

y ella espera para derrumbarse en su asombro

y quedará su cuerpo cortado en pedacitos

y los trocitos de sus dedos ya no podran escribir ninguna cosa,

sus pezones lechozos dejarán a la vera, un rio caudaloso lleno de silencio

y el judas, vendrá despacio a comerme la boca…

(Maria Antonia Segarra)