Sutiles. Estrechas y finas. Hoy una fisura, mañana una línea más abierta. Coagulación imperfecta. Cae el afrecho, un roce más por la espina. Co-deudor, medio silencio.
La manta cubre la campana, tiene manos marcadas en su anchura, tatuadas por el volteo…
Debiera descubrirle, mirándome Con sus ojos oceánicos que advienen libres y opuestos Sepultada, bajo la incertidumbre del macho y el niño. Cadena de temblores, Hundido en mi vientre y sin destino. Esta es la penumbra, la capacidad austera del consciente Y el sonido sordo se despeña constante en su victoria,
Sol erguido en falso suelo. Ruido del sorbo, sabor ficticio y desierto. El pensamiento trémulo de la codicia, domina
(Arrepentimiento seco y desolado de la palabra mordida tras el humo)
Juro que esta mujer me ha partido los sesos, porque ella sale y entra como una bala loca, y abre mis parietales y nunca cicatriza, así sople el verano o el invierno, así viva feliz sentado sobre el triunfo y el estómago lleno, como un cóndor saciado, así padezca el látigo del hambre, así me acueste o me levante, y me hunda de cabeza en el día como una piedra bajo la corriente cambiante.
Así toque mi cítara para engañarme, así se abra una puerta y entren diez mujeres desnudas, marcadas sus espaldas con mi letra, y se arrojen unas sobre otras hasta consumirse.
Juro que ella perdura porque ella sale y entra como una bala loca, me sigue a donde voy y me sirve de hada.