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Calma de ojos oblicuos,
La aceptación del destino que nos fue…
Detrás los miedos acusantes y los escondites
Iluminados,
Con el temblor de labios cuando besan
Con todo este universo adyacente y aprobador
Y el otoño absoluto.
El rincón de los pensamientos negros,
Donde se acepta la vida en condiciones:
En la partida del agua,
En el reseco óleo de nuestras voces,
Allí el comienzo del sol
Y la capa mojada
El vacio, el perdón,
Tú no pasas por mí en el valor
Yo no sé la ocurrencia del día
Y el temblor de los labios que se besan
Beso y razones de ser en labios ausentes
No, no se
No, no quiero
La herida se roza con los dedos cansados
Pero alcanza la bendita luz, cicatriz de tus manos,
Alma que vaga entre dos,
Sumida,
El zumbido es un eco.
Tu cuerpo: sombra desnuda,
Cerca un destino promisorio,
Cerca un relato sin final y sin comienzo,
Una letra a medio escribir cuando hay que salir,
huir del día que aparece erguido y destructor.
El beso cotidiano se endurece,
Y voy tejiendo en el abecedario tus silencios.
Tu: el borde de vida
Incesante como los perros solos en la noche
Una luna hervida en la llama del lenguaje inventado,
Pero estoy en las plantas, descalza, azuzando colores,
Oliendo a incienso entre las piernas,
Amenazando a la muerte ,
Y el ave ha dejado sus ojos con hambre, mecido,
Vuelo ciego y sin temor.
Las ruinas están ya lejos,
El paso agudo del que vive se detiene de frente
Y son sus ojos,
Es la mente revolcada en un montón de cenizas.
Ha parido la estéril en el camino…