Quizás algún día pueda decirlo, si vale la pena lo diré, si vale lo que valen realmente las palabras desde aquí donde son dichas, Dios lo sabe, sin ropas, sin vergüenza alguna, sin un ridículo escupidero de vino... Lo natural desde el intransigente espacio de mi boca, si es que vale la pena servirle a la extraña fuente de la experiencia lo que ya sabe y quiere el reconocimiento de lo sabido.
Afuera lo común, el desespero del protagonismo, dentro... la casualidad de la transparencia, una entrega insatisfecha siempre, nada que objetar ante un círculo vacío lleno de espejos de unos cuantos, la semblanza de una victoria trillada que va en decadencia como una hoja seca...
Siento pena de las mentes desmoralizadas, de los avances sin pedales, de tantas lenguas podridas y sus susurros abominables. Tú lo sabes, sí, tú, como una peligrosa mariposa de fiebre, abierta y echada tranquila en una esquina, de recipiente, de receptora, pletórica de argumentos, lo sabes y aireas tu lengua por los labios como un desastre siniestro...
No hay esperanza en esa mirada, no están sus oídos para poner atención a los de abajo, decir los de abajo, es decir observadores de la comedia, es la fuerza, el roce invisible de un celaje que se guarda tras las paredes como un tesoro frágil e indestructible, como el código secreto de una secta, el cofre sumergido en el agua... La mariposa febril lo sabe y digiere su comida cada día llena de imprecaciones y espacios en blanco, poco a poco llenados por colores que borrará la ceniza del tiempo, no importa cuándo...