Temo condenarme al silencio de las cosas...

Temo condenarme al silencio de las cosas, al gris contenido de mi mano
izquierda, a ese silencio de dejarlo todo y volverme nada, temo por el
espanto que invade celosamente mis ojos esta noche, los hijos agonizantes
de mi sombra se posan sobre el frio llamado del paraíso, es
la música y es la voz y es la cama y la taza en el borde de la mesa, le he
visto caer tantas veces desde ahí, haciéndose añicos una y otra vez, sin
razón aparente cae y cae al vacío, su corta agonía hasta el suelo, es la
noche y es la perdida oración repetida sin oyentes, los bancos de
madera están vacíos, porque no es domingo...yo espero el domingo,
él escucharía mi voz y me arrebataría del acoso de la niebla.

Su mano vendría a salvarme, sus ojos llenos de lágrimas verdes cuajados
sobre mi... temo por tus ojos y la sonrisa de un pájaro libre... y me abrazas
más allá de las costillas, te he matado, he arrancado el corazón de
sangre que me regalabas, estoy desnuda, desnutrida, confusa y
siempre frente al espejo que me dice todo, dibuja mi cuerpo tendido y
acosado por mi, son mis manos separadas en mi cuerpo las que me
buscan por ti, tengo miedo de mis manos, ocultas con tu rostro, que
sueñan y se humedecen de tus lágrimas... qué hago con esta muerte
que me ronda como un viejo borracho y vigilante de mis senos...

háblame hasta que pueda oirte, no dejes de mirarme, hasta que pueda
verte, clávate como si fueras un hierro, no dejes que el espejo me
trague como una manzana...

María Antonia Segarra