Nadie podría arrancarme de los ojos este velar a la niebla


Nadie podría arrancarme de los ojos este velar a la niebla,

este vivir la noche como un temblor adherido y consecuente,
merodeado, él vigila la calle, me avisa de la soledad del puerto,
él guardará mis ropas...
Concluirá todo aquello que puse detrás de las palabras
que no terminan.

Niebla que llena de ceguera mis manos,
puro vacio precipitado en los ojos hondos como un rio.
Ayer... solo ayer era feliz y hoy con las piedras y las posesiones en el piso...
Nada me arranca la cólera de la vida.

Cristal esmerilado, deforme acoso de la plenitud que acecha...
Dónde la vida y la muerte?...

Ninguna de las dos ha existido nunca.



Maria Antonia Segarra