Clavada como en un crucifijo, aun espero la consagración del olvido.
La corta palabra que desenfrene este mar de augurios e incertidumbres,
el sueño de la liberación,
el ansiado pinchazo de la caída...
es día y noche juntos, en la espera,
un látigo por caricia en el silencio, abierto como alas...
voy arrullando a los niños huérfanos de la calle,
relevando de las oraciones a los pecadores,
sigo alimentando a las aves, que ingenuas, van a comer en la mano de la desdichada...
escucho el día, cuando se paraliza y en su estruendoso esfuerzo por seguir,
expulsa de sí el fango luminoso del deseo...
paseo de manos por la tarde,
abrazando árboles
e intuyo que de repente vendrás
y pondrás fin a esta espera...
obsequiándome la muerte...
María Antonia Segarra