que los dioses escogen los amores, que ni la lluvia, ni el trueno, ni el calor ni el frío, ni el arrastre de los sedientos, ni la luna, ni el mar, ni el buido acecho de la mentira, pueden deshacer el conjuro de amor de los dioses, en los escogidos…, cuentan que las pruebas son feroces y por más que luchen en contra de los amantes, no podrán separarse, testigos de que en las espuelas del tiempo van quedando incrustadas tiras de piel y sangre escribiendo la historia, amantes merecedores de la felicidad eterna por designios, la leyenda dice que en las noches melancólicas los amantes se reflejan en su lejanía y es cuando el amor encarna sus cuerpos y los hace indestructibles y no vale que todo aquello conspire como un purgatorio adjudicado, solo a ellos, por amarse. Entonces, ha sido purificado el amor y desde lejos se alcanza a ver las sábanas blancas, al viento, ondeando el encuentro eterno de sus almas...
(Maria Antonia Segarra)