Viendo los árboles pasar,
acaricio los meandros de la ausencia,
como ida del mundo,
agazapada en un acto de piedad o ternura,
la lumbre de la ventana abierta, se pierde,
y la certeza que me aturde,
he visto quedarse perdidas las manos,
aferradas al nombre que nombra todas las cosas,
creyente de la amenaza y la muerte,
ausente de mi,
quiero arrojarme cuando los vientos desdibujen el país de nada,
rio que ahora esta quieto y moribundo, caudal que ha perdido su velocidad,
dónde hallarme sonriente y mutilada
rodeada de estaciones lúgrubes.
(Maria Antonia Segarra)