“Nadie puede engañarte si puedes mirar sus ojos”… (F.R. Peña Díaz)
Él esta sentado en la silla,
ha visto que llueve y es de tarde,
sus ojos no me siguen,
se quedan fijos en la lluvia,
yo le hablo,
él no mira mis ojos,
él no sabe,
él no mira,
la lluvia cae
y sus ojos le sonríen,
él murmura alguna cosa,
mueve sus labios
y habla bajo,
he tomado una de sus manos,
tibias,
son grandes sus manos,
se pierden las manos mías debajo de sus dedos,
él no ve mis ojos,
esta ausente,
él murmura una historia,
él habla con la tarde,
le sonríe,
él no ve mis ojos,
sus manos se enlazan en las mías,
yo busco sus ojos,
él solo ve la lluvia,
le gusta la lluvia,
es de tarde
y él le mira su ropa gris.
Yo beso su mirada,
ausente,
él no sabe que estoy ahí,
él esta con la tarde,
y dice alguna cosa
y desvía su mirada hacia mis manos,
se queda mirando las manos,
las manos nuestras,
él no reconoce mis manos,
están frías mis manos,
él posa su mano sobre la mía,
él no mira mis ojos,
él regresa a la lluvia que se ve a través del cristal,
le ha sonreído a la tarde…