Saldría a dar excusas por ser hosco,

si eso significase

alguna mejoría para el árbol;

si con ello lograra separarme de los legisladores,

de los pulcros inspectores del ocio.

Si,

saldría con la inocencia del titiritero,

alejado de tóxicos,

llevando una higiénica flor,

una estampilla de carácter azul,

algún diploma de fascinante titulo y ornato.

Me iría con un perro de diamante,

con un lacustre amigo,

y en un mercado o en un templo

dejaría mis vendas,

mostraría mi brusquedad de origen argentino.

La gente

a lo mejor,

los contratistas,

los patrocinantes del infortunio,

los subastadores de la piedad,

quizás

me disputaran,

quizá ofrecieran bolsas de sal gema por mi disculpa publica,

por eso que justifica a los desventurados

ante los mercaderes y los jueces,

pero sucede

que no estoy dispuesto;

sucede que me acuerdo de un mutilado,

de un caballo ulcerado,

de un recorte mostrando a un desgarrado sueño,

y no transijo.

Vuelvo la espalda. Se que para entonces,

sobraran las excusas y los rituales.

(Gaviero)