Hablemos de amor
De la mano que baja como savia en el tronco del árbol,
Articulación engomada a la carne,
La carne, se reposa en la mano,
Pero hablemos de lo que se moja y mira,
Ese llanto desprendido del cuerpo,
El olor a vela quemada que emana
Y se confunde
Y se vierte encima
Y se deshace con los ajados silencios.
Los pies que se engurruñan como arañas pegadas a la pared,
La pared de vellos recorriendo salvaje la hendidura del arco,
Hiela,
Se posa.
La libertad galopa frente a los ojos,
Posesión que ahora se hace agua,
Entre las grietas que se abren
Oscuras como la noche,
Y la hora encima,
Y el quejido trepando
Y no hay quien pueda entrar ni salir.
Lo de adentro que da preso,
Lo de afuera queda huérfano,
Telas llenas de rocío blanco, se deslizan como serpientes,
Y algo moribundo que siente pena en el rostro, huye lejos,
Empapada de lluvia.
La hora nos deja vencidos,
Como todas las veces que negamos la palabra al cuerpo…