Se fue...


Estar, ser, ¿qué te digo? puedes pasarte la vida tratando de entender la diferencia. Nuestra lengua inventó el existencialismo, es decir, la separación entre las dos manifestaciones del ser:  La esencia (el ser) y la existencia (el estar).  Sólo por eso, el español es la más humana de las lenguas, allí donde las hubiere.

Eso me recuerda una mujer. Sí, así de absurdo como suena.

Ella era alguien que se suicidaría algún día.  Así la conocí y así la recordaré, incapaz de reconocerse humana, se negaba a aceptar que hubiera alguien en este mundo que pudiera tener algo así como una vida personal aparte de la que ella, en su indulgencia suprema, le atribuía.

Era tan bella (sobre todo de noche) que atravesaba en todas sus formas el gas de la distancia, impune como el delito de haber nacido.  Y cuando se le ocurría hablar, había que enterrrarse en la propia  piel de cualquiera de nosotros mismos y quedarse esperando hasta que pasara aquella increíble tormenta de palabras...

Como todos los seres perfectos, ella detestaba el error ajeno y la expresión de cualquier idea que comenzara con "dime..."

El diálogo con ella era más bien un diáblogo, pues solo de blog a blog podía uno hacerse una idea de la terrible distancia que nos separaba de su inconmensurable altura.

Como Dios, ella se fue un día y nunca  más volvió.  Solo a veces, al masticar al viento algunas sílabas cerradas junto a otras más abiertas, su más íntimo recuerdo se atreve a brotar, como un místico repollo, en medio de una conversación en la que uno habla de funtivos, de shifters, o de mecanismos de correferencia...

Al irse ella también, me dejó su ausencia como una nube gris a la que no exorcizan ni siquiera mis incontables cigarrillos...



MANUEL GARCIA CARTAGENA

junio 2008 

Los imposibles también existen...



Los imposibles también existen
y ondean su bandera de triunfo
sobre una tristeza estacionaria que añeja
con los años
prolijos, con una sonrisa ladeada
desterrando la magia
y viajan contigo en el tiempo
y regresan con los ojos vacíos...

Así se hace espacio a la sonrisa cotidiana
allegando desconocidos...

El calor pone sal en la herida



El calor pone sal en la herida
universo reducido a nada
y el domingo a cuestas
huyendo de la memoria...

(...)



La noche nada tiene que ver con el espectro fantasmal de nuestro abismo
alguna vez, otra vez, encontrarnos merodeando el mismo silencio
a mi... ya no me asustan las luciérnagas.