Lo que queda de las palabras,
Ese residuo arenoso del final
La incertidumbre de la nueva apertura
frente a lo ignoto
al frío compadecimiento de la noche.
Ofréceme como algo irrecuperable por el tiempo
un amarillento recuerdo que de tanto absorber horas
ha quedado de náuseas,
ese pulso nostálgico de vientos lejanos que ya no
despeinan la cúpula de los árboles
qué de mi y de ti, invisibles como estatuas en el medio de
la ciudad
qué de todo el celaje y la furia y el odio y lo demás...
este abastecimiento de troncos muertos
convertidos en el vestido innombrable de la tarde
o en oscuros callejones de la imaginación.
Quiero una migaja!
una gota que reviente en partículas pequeñísimas
y me bañe de incansables sueños
recógeme del camino, no importa cual
aquel que vestía, como siempre de hojas caídas
o de aquellas noches de desenfrenado caudal galopando en nombres
asustados en la boca,
la locura de lo que viví
el ardor del coágulo justo en el corazón,
derretido en las venas, calentando un olvido “nefasto”.
(Y bueno… lo demás).